Cuando dimos nuestros primeros pasos en el camino espiritual, muchos de nosotros creíamos que la práctica espiritual era todo lo que necesitábamos. Los textos antiguos nos embelesaron con sus historias en la línea de, “Escucharon las enseñanzas, se retiraron al bosque a meditar y despertaron”. ¡Fin de la historia! Cuán simple y fácil. Pero en algún punto a lo largo del camino nos encontramos con un problema: la realidad. Se vuelve notoriamente evidente que muchos de los relatos clásicos de la vida espiritual eran extremadamente idealistas, similares a las comedias de Hollywood en donde un chico conoce a una chica, se enamoran, cabalgan hacia la puesta de sol y viven felices para siempre. Cualquiera en una relación íntima sabe que estas historias dejan muchísimo sin contar.
En breve, la práctica espiritual resulta ser mucho más compleja y demandante que como nos fue anunciada. Cierto, hubo muchos dones y gracias, y algunos destellos impresionantes de nuestro potencial espiritual a lo largo del camino. Pero cubriendo estos potenciales, a menudo hubo una tras otra de emociones difíciles, condicionamientos compulsivos, e incontables heridas viejas, miedos y fobias. E, irónicamente, la práctica espiritual frecuentemente hace que estos retos sean aún más dolorosamente evidentes.
Claramente hemos entrado en un proyecto de mayor envergadura, y nuestras fantasías iniciales de hacer algunos retiros, y a partir de entonces, el disfrutar de una dicha ininterrumpida, rápidamente se extinguieron a medida que nació una apreciación más realista del camino. El enorme reto de sanar y despertar nuestra propia mente -deja a un lado sanar y despertar todas las mentes, como va el voto del bodhisattva- se volvió en un reto abrumadoramente evidente. Algunos de nosotros incluso comenzamos a preguntarnos si la práctica espiritual por sí misma era adecuada para semejante tarea.
La práctica espiritual resulta ser mucho más compleja y demandante que como fue anunciada. Es verdad, hay dones y gracias, pero también emociones difíciles, condicionamientos compulsivos, e incontables heridas viejas, miedos y fobias.
Como resultado, muchos de nosotros quienes hemos practicado meditación y nos hemos embarcado en un camino espiritual por un periodo de tiempo muy largo, nos hemos cuestionado si hay otros métodos a los que podemos recurrir para tratar de optimizar nuestra sanación y despertar tanto como individuos como en el plano de lo colectivo. Hablo de métodos que no vienen de las tradiciones espirituales en sí mismas. Y a medida que el número de prácticas espirituales, psicológicas, médicas y otros tipos de prácticas de sanación continúan multiplicándose, esto se convierte en una pregunta cada vez más relevante y desconcertante. Necesitamos una evaluación significativa y disciplinada de cómo combinar el dharma de la mejor manera con las diversas disciplinas terapéuticas, incluyendo la más controversial de todas las terapias: la medicación.
De hecho, tal evaluación ya ha empezado. Está en sus etapas tempranas, pero ya está en camino.
Psicoterapia y meditación
Cuando el budismo primero llegó al occidente, muchos maestros y practicantes inicialmente descartaron la psicoterapia como superficial, innecesaria y posiblemente contraproductiva. A medida que transcurrió el tiempo, más y más estudiantes enfrentaron crisis, o simplemente sintieron que su práctica espiritual no estaba tratando con problemas más profundos que estaban obstaculizando su desarrollo. La relación de la psicoterapia con las prácticas espirituales empezó a atravesar una re-evaluación y las dos disciplinas empezaron a entremezclarse un poco más. Entre los primeros en trazar un puente entre la terapia y la práctica espiritual fue Jack Kornfield, quien es ambos; un maestro de meditación y un psicólogo. En 1993, Kornfield escribió un artículo llamado “Even the Best Meditators Have Old Wounds to Heal: Combining Meditation and Psychotherapy” [“Incluso los mejores meditadores tienen viejas heridas que sanar: combinando la meditación y la psicoterapia”], el cual fue publicado en el libro Paths Beyond Ego: The Transpersonal Vision [Caminos más allá del ego: La visión transpersonal]. En este artículo él argumentó:
Para la mayoría de las personas, la práctica de meditación no “lo hace todo”. En sus mejores casos, es una pieza importante de un camino complejo de apertura y despertar… Hay muchas áreas de crecimiento (duelos, penas y otros asuntos sin resolver, la comunicación y la maduración de las relaciones, la sexualidad y la intimidad, asuntos de la carrera y del trabajo, ciertos miedos y fobias, heridas de edad temprana, y más) donde la vieja terapia occidental es en su enteridad más rápida y más exitosa que la meditación… ¿Esto significa que debemos cambiar nuestra meditación por la psicoterapia? Para nada… lo que se requiere es el valor para enfrentar la totalidad de lo que surge. Sólo entonces podemos encontrar la sanación profunda que buscamos -para nosotros y para nuestro planeta.
Las ideas de Kornfield fueron controversiales en su tiempo, pero ahora han ganado una amplia aceptación. De hecho, la meditación y la psicoterapia están siendo integradas en muchos contextos diferentes a medida que a los clientes y pacientes de terapia se les ofrece meditación y a los meditadores se les ofrece terapia. La investigación ha convencido a los terapeutas del valor de la meditación para una multitud de dificultades psicológicas y psicosomáticas. De hecho, muchos terapeutas y maestros de meditación actualmente están de acuerdo que la meditación y la psicoterapia pueden ser mutuamente facilitadoras. Los meditadores parecen progresar más rápido en terapia, mientras que la psicoterapia puede mejorar la eficiencia de su meditación.
Además de esto, las terapias combinadas que integran la meditación y la psicoterapia están proliferando, y a menudo prueban ser más efectivas que cualquiera de las dos áreas solas. La inspiración original fue la técnica de Jon Kabat-Zinn llamada “mindfulness-based stress reduction” (MBSR) [“reducción de estrés basado en la presencia mental”]. La cual fue diseñada originalmente para tratar el dolor crónico. La MBSR desde entonces ha probado ser de ayuda para un espectro diverso de dificultades psicológicas y psicosomáticas. Los ejemplos de los desórdenes que han respondido bien al MBSR abarcan desde la angustia o ansiedad, la agresión, el estrés y los desórdenes de alimentación en el lado psicológico, hasta el asthma, las anginas y la presión alta en el lado somático.
Numerosas combinaciones recientes fusionan la presencia mental o mindfulness budista con psicoterapias específicas. Estas incluyen, por ejemplo, “terapia cognitiva basada en mindfulness” para la depresión, “tratamiento del sueño basado en mindfulness” para el insomnio, y “terapia de relaciones basada en mindfulness” para mejorar las relaciones interpersonales. La efectividad de estas aproximaciones ha sido probada con investigación. Más tratamientos combinados de mayor amplitud -así como las terapias transpersonales e integrales- incorporan múltiples estrategias psicológicas, espirituales y somáticas. En breve, la integración de terapias contemplativas y convencionales está procediendo rápidamente, y los resultados son muy prometedores.
El combinar la meditación y la psicoterapia tiene sentido si apreciamos cómo trabajan ambas en modos complementarios. En su mayor parte, la meditación se enfoca primariamente en desarrollar capacidades tales como la concentración y la consciencia, mientras que la psicoterapia se enfoca primariamente en el cambiar los objetos de consciencia, tales como las emociones y creencias. Por supuesto, hay también coincidencias significativas, pero esta complementariedad sugiere por qué el combinar ambos aspectos puede ser de gran ayuda. Las cualidades meditativas pueden facilitar los procesos psicoterapéuticos de sanación de patrones dolorosos, mientras que la sanación psicoterapéutica de dichos patrones dolorosos puede reducir su disrupción de la práctica espiritual.
El tratar de hacerse el fuerte y sanarse sólo con la práctica espiritual no sólo puede prolongar el sufrimiento innecesario, sino también conducir a un mayor riesgo de recaer, de que el problema se vuelva crónico y de otras complicaciones.
¿Cuáles son las implicaciones prácticas de esta conjunción de psicoterapia y práctica espiritual? Parece claro que la pregunta de si la meditación y la psicoterapia pueden mejorar una a la otra ha sido decidida: mucha gente se beneficia de combinar ambas, y esto ha sido observado por médicos clínicos y demostrado con investigaciones. Cuando los traumas viejos, los dolores y los patrones se reciclan sin llegar a término, o hacen que la práctica espiritual se sienta sobrecogedora y desprovista de esperanza. La mejor solución para esto quizás no sea simplemente la clásica respuesta de ‘practicar más’. En vez de eso, quizás se pueda acudir a la psicoterapia.
La medicación y la meditación
A veces ni la meditación ni la psicoterapia, ni siquiera la combinación de ambas es suficiente. La depresión puede ser tan debilitadora, la angustia tan agitadora, y los dolores del pasado tan traumáticos que la práctica espiritual se debilita o se apaga y la psicoterapia tiene poco efecto. Las aproximaciones mentales solas prueban ser insuficientes. Y esto nos lleva a uno de los temas de debate más polémicos entre los practicantes espirituales: la pertinencia del uso de medicamentos para ayudar con las dificultades psicológicas y espirituales. Dos partes opuestas se han agrupado. Podemos llamarlos los puristas y los pragmáticos.
Los puristas espirituales argumentan que si el sufrimiento mental es fundamentalmente espiritual y kármico, la práctica espiritual sola es apropiada para tratarlo. Su respuesta “estándar” ante las dificultades es ‘más práctica’. Además, a ellos les preocupa que si el sufrimiento se disuelve con una pastilla, la motivación para practicar también se puede disolver con él. Aunado a esto, les preocupa que los medicamentos pueden reducir o distorsionar la conciencia, y, por ende, hacer más difícil la práctica. Desde esta perspectiva, los medicamentos tales como los antidepresivos o los agentes ansiolíticos, pueden ser nuevas formas de “intoxicantes que nublan la mente” prohibidos por los preceptos laicos a los cuales muchos practicantes budistas se adhieren. Por ende, tomar estos agentes farmacológicos modernos es equivalente a violar este precepto. Otra preocupación es que los retos espirituales potencialmente valiosos, así como la clásica “noche oscura del alma” puedan ser mal diagnosticados como psicopatología y así suprimidos con medicamentos en vez de explorados y explotados en un sentido positivo.
En contraste, los pragmatistas sostienen que la práctica espiritual sola es simplemente insuficiente, o, tan siquiera, no es óptima para sanar todo el sufrimiento mental. Aunque no niegan la validez de algunas preocupaciones de los puristas, los pragmatistas argumentan que ciertos problemas y patologías responden mejor a otras terapias, y una de estas terapias puede ser la medicación. Stan y Christina Grof -quienes han escrito extensamente acerca de las emergencias espirituales, y fundaron la Spiritual Emergence Network [Red de Emergencia Espiritual] para ofrecer ayuda a quienes están atravesando por dichas emergencias- apoyan esta perspectiva pragmática. Ciertamente, ellos están de acuerdo en que algunas emergencias espirituales se tratan mejor sin supresión médica, sino con principios ancestrales espirituales y psicológicos. Estos principios incluyen el proveer una relación de apoyo con un guía espiritual, el cambiar de marco de referencia (cuando es apropiado) respecto a la emergencia como un proceso espiritual y una oportunidad, y establecer expectativas positivas. Sin embargo, ellos también reconocen que algunas emergencias son tan sobrecogedoras que requieren intervención médica.
Respecto a la idea de que hay algo inherentemente no-espiritual acerca del tomar medicinas para modificar los neurotransmisores tales como la serotonina, podríamos considerar cómo John Tarrant Roshi, quien también es un PhD con un doctorado en psicología, desmitifica la química del cerebro. “¿Qué es la serotonina?” pregunta, “esta también es una pieza de la luz original. Para algunas personas ésta viene en forma de serotonina; para otras en la forma de una sonrisa. Hay más de una manera de mover los neurotransmisores. La meditación puede hacerlo; que alguien te abrace también.”
La mayoría de las personas con depresión -incluyendo los practicantes espirituales- están sin tratamiento.
Curiosamente, el debate purista-pragmático es una reminiscencia de un debate que marcó la psiquiatría hace décadas. En aquel entonces, el mundo psiquiátrico estaba dominado por los psicoanalistas, quienes creían que virtualmente todos los problemas psicológicos y las patologías podían ser trazadas a causas psicológicas del pasado. Ellos se escandalizaron cuando aparecieron los antidepresivos y las medicinas antipsicóticas, juzgando que las medicinas únicamente aliviaban los efectos superficiales, mientras que dejaban las causas profundas sin tratar. Eventualmente ellos cambiaron su entendimiento a medida que el éxito farmacológico se multiplicó, y, especialmente, cuando algunos pacientes largamente analizados y que habían tenido poco progreso respondieron bien a los antidepresivos y, subsecuentemente demandaron a sus psicoanalistas por haberles privado de medicación. No es que el psicoanálisis sea inútil, sino más bien, que por sí mismo quizás sea insuficiente para tratar desórdenes psicológicos severos. Del mismo modo, la meditación y la práctica espiritual también pueden ser insuficientes por sí mismas para enfrentar dificultades psicológicas severas.
El reino infernal de la depresión
Una cuestión crucial es aquella del tratamiento efectivo, debido a que el costo de un tratamiento inadecuado para desórdenes mentales es extraordinario. Por ejemplo, la depresión mayor se ubica como la cuarta causa de incapacidad médica en el mundo, y debido a razones de una comprensión pobre de ésta, su frecuencia y severidad parecen estar incrementándose. Sin embargo, la mayoría de las personas con depresión, incluidos aquellos que son practicantes espirituales, aún están sin tratamiento. Esto es una tragedia debido a que el sufrimiento y la debilitación de la depresión mayor puede ser horrible y desgarrador para aquellos que son tocados por ella. Consideremos estos testimonios de personas que sufren depresión:
“Accidentalmente me tropecé con mi mesa de cóctel y me rompí ambas piernas. Quiero decirte que el dolor que experimento por la depresión es mucho mayor que el dolor asociado a la ruptura de mis piernas.”
“El dolor psicológico que sentí durante mis períodos de depresión fue horrible y más severo que mi dolor físico actual asociado con la metástasis en mis huesos por el cáncer.”
Escuchando estas expresiones de dolor viniendo de las profundidades del ser de estas personas nos recuerda que la depresión ha sido considerada como una crisis espiritual en algunas tradiciones, a pesar del hecho de que el budismo clásico hace poca mención de ella. Por ejemplo, el notorio kabalista judío, Aryeh Kaplan fue muy explícito: “No hay nada que pueda impedir la iluminación más que la depresión, incluso para aquellos que son valiosos”.
La mayoría de las personas hoy en día conocen a alguien que ha sido afectado por la depresión, y, por ende, entienden cuán severo e incapacitante puede ser el sufrimiento por la depresión. Por cierto tiempo ya hemos estado escuchando información acerca del alivio que los antidepresivos pueden ofrecer a aquellos quienes han sido golpeados por la depresión. La practicante budsista Sheva Carr se resistió por mucho tiempo a tomar medicación, pero después de hacerlo escribió:
¿Sabes qué significa
ser tan sensible
que el aire hace que tus ojos
duelan, así como el sueño?…
Ser tan sensible
que la comida enciende
fuegos artificiales en tus entrañas?…
¿Cómo es entrar
en la medicación antidepresiva?…
Es como estar ahogándote diario
y de pronto encontrarte flotando
con la cara hacia el sol.
A pesar de que continúa creciendo el cuerpo de evidencia de investigación que indica la efectividad de la medicación, y los testimonios anecdóticos de sus beneficios en meditadores, ha habido mucho debate en los círculos espirituales acerca del uso de medicación. Sin embargo, lo que ha faltado es una investigación y datos actuales de los practicantes espirituales por sí mismos. Así que otros más y yo mismo hemos empezado a realizar tal investigación, y los resultados tempranos indican que cuando se trata del uso de medicación por meditadores, la evidencia se alinea del lado del pragmatismo.
El cerebro y la mente
Primero veamos la relación entre los estados mentales y los estados del cerebro. Todos sabemos que cambiar el estado del cerebro -así como por el hambre, una taza de café o un tranquilizador- pueden tener efectos dramáticos en los estados mentales. Lo que las nuevas tecnologías, así como los escaneos del cerebro revelan, es que tal relación causal puede correr también en la otra dirección: los estados mentales también afectan los estados cerebrales. Una gran gama de estímulos y situaciones -desde el ejercicio y las experiencias fuera de lo ordinario, a la meditación y la psicoterapia- pueden alterar ambos, la estructura y la función del cerebro. (Para obtener un resúmen excelente de lo que los investigadores han aprendido acerca de la neuroplasticidad, es decir, acerca de cómo la estructura y la función del cerebro pueden ser modificados, vea el libro: Train Your Mind: Change Your Brain, por Sharon Begley.)
Por ende no es sorprendente que la meditación y la psicoterapia puedan mejorar algunas funciones neuronales, y a veces curar parcialmente la química e incluso la estructura del cerebro. Consecuentemente, podemos esperar que algunas disfunciones del cerebro y la mente puedan ser sanadas, o tan siquiera mejoradas por intervenciones espirituales y psicológicas.
Pero otras disfunciones pueden mostrar ser recalcitrantes. Desórdenes crónicos mayúsculos -sean resultado de genes defectuosos, una infancia muy traumática, o un estrés prolongado- pueden ser tan severos y tan arraigados indeleblemente en la química y la arquitectura neuronal que casi ningúna cantidad de meditación o psicoterapia pueden revertir tales desórdenes por completo. En tales casos el modo más estratégico de reajustar ambos síntomas y la patología neuronal que les subyace puede ser a través de intervenciones neuronales directas, las cuales suelen tomar la forma de un rebalance neural químico a través de la medicación.
De nuevo, esto no es lo mismo que decir que la práctica espiritual o la psicoterapia no son de ayuda, sino más bien, que por sí mismas pueden ser insuficientes. Incluso una práctica sostenida por mucho tiempo puede ser insuficiente. De hecho, hemos visto y consultado no sólo a practicantes, sino también a muchos maestros cuyas prácticas largas y dedicadas no fueron suficientes para remediar por completo fuerzas genéticas y traumas mayúsculos, y quienes se beneficiaron de la medicación. La sanación óptima quizás requiera de múltiples terapias, una de las cuales es la farmacoterapia.
Esto es fácil de decir, pero aún así puede ser una decisión difícil para practicantes espirituales luchando con la cuestión de empezar a tomar medicamentos, comúnmente antidepresivos, o no. Aquí es donde la investigación en cómo les ha ido a los practicantes espirituales cuando tomaron medicamentos puede ofrecer una información valiosa para aquellos tratando de tomar esta difícil decisión, particularmente si se enfrentan a la presión de un punto de vista purista.
Practicantes budistas quienes tomaron antidepresivos
Nuestro equipo de investigadores; todos médicos y practicantes de meditación desde hace muchos años, investigaron a un grupo de diecinueve practicantes budistas (trece mujeres y seis hombres) quienes estaban diagnosticados con una depresión mayor. Todos estos practicantes habían estado haciendo meditación, principalmente vipassana, por al menos tres años, habían participado en dos o más retiros de una semana y habían usado antidepresivos por los últimos dos años. Por mucho, los medicamentos más usados eran inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS), como Prozac, Zoloft y Celexa, que, como su nombre indica, inhiben específicamente la recaptación del neurotransmisor serotonina que regula el estado de ánimo.
Les pedimos a estos practicantes unos reportes detallados de sus experiencias mientras tomaron antidepresivos tanto en su vida diaria como durante sus retiros. Queríamos averiguar no sólo si los antidepresivos les fueron de ayuda, sino cómo exactamente les fueron de ayuda, y qué efectos tuvieron en su mente, su práctica de meditación y su vida diaria.
Los efectos probaron ser poderosos y positivos. La mayoría de los participantes reportaron que los antidepresivos les ayudaron en muchas funciones emocionales, motivacionales y cognitivas. Los cambios emocionales eran consistentes con el efecto antidepresivo. Las emociones dolorosas de enojo y tristeza disminuyeron significativamente, pero en el caso del miedo esto mostró una respuesta menor. Las emociones positivas de felicidad, alegría, amor y compasión incrementaron, así como la autoestima.
La motivación atravesó un giro curioso. La depresión a menudo está acompañada de un desánimo y falta de motivación e interés, por lo cual es significativo que nuestros participantes se sintieran más motivados. Sin embargo, también reportaron que los apegos y los antojos fuertes de hecho disminuyeron. Claramente, estaban reportando un cambio motivacional en una dirección sana. Los participantes también se sintieron más calmados y les pareció que su percepción era más clara. Uno podría esperar este tipo de resultado, dado que los participantes ya no estaban luchando con emociones intensas y dolorosas.
Dos beneficios que nosotros anticipamos no fueron claramente mostrados por los participantes. Durante episodios depresivos, la gente a menudo se queja de tener poca energía y poca capacidad de concentración. Consecuentemente, esperamos que un tratamiento antidepresivo exitoso mejoraría la energía y la concentración. Sin embargo, aunque hubo una tendencia en esta dirección, los resultados no llegaron a niveles significativos en las estadísticas.
El efecto más grande de todos fue un incremento notorio en la ecuanimidad. La ecuanimidad es la capacidad de experimentar un estímulo provocador de modo completo y sin una actitud defensiva ante él, es decir, sin una perturbación psicológica. La ecuanimidad es altamente valorada en las disciplinas contemplativas, y ha sido descrita como la “apathea divina” por los padres del desierto cristianos, “euthymia” por los estoicos, “templanza” por los yoguis, y “serenidad” por los judíos jasídicos. En el budismo, la ecuanimidad es uno de los siete factores de la iluminación (siete cualidades mentales que son particularmente vitales para la madurez espiritual) y el último de los cuatro inconmensurables, o cuatro moradas divinas: amor bondadoso, compasión, alegría empática y ecuanimidad.
¿Qué hemos aprendido?
¿Qué sugieren estos resultados? Claramente, la enorme mayoría de estos meditadores sintieron que ellos y su práctica espiritual se beneficiaron significativamente al tomar antidepresivos. Esto está sustentado y apoyado en los cambios que ellos describieron. De hecho, sea que lo observemos desde una perspectiva contemplativa clásica, o una perspectiva psicológica contemporánea, los múltiples beneficios que ellos describieron sugieren un mayor bienestar psicológico y espiritual.
Muchos participantes reportaron que los antidepresivos les permitieron retomar, o significativamente mejorar en su práctica de meditación o práctica espiritual. Además de esto, dos participantes reportaron espontáneamente que los antidepresivos les dieron un levantamiento que pudieron sostener subsecuentemente sólo con la meditación. Esta observación de que la meditación puede mantener los logros ganados inicialmente con la medicación es particularmente importante, ya que ahora es dolorosamente aparente que la depresión severa puede ser una condición a largo plazo y de frecuente recurrencia, especialmente si se deja sin tratamiento. De hecho, entre más tiempo se deje sin tratar una depresión severa más probable es que se vuelva crónica, que haya recaídas y que se vuelva resistente al tratamiento. Un tratamiento temprano efectivo y una prevención de recaídas son cruciales.
El reto es cómo prevenir las recaídas. La mayoría de los doctores -y por ende, sus pacientes- ahora se apoyan únicamente en farmacoterapia a largo plazo, incluso cuando la medicación les alivió la crisis inicial. Sin embargo, la psicoterapia a veces es más efectiva en la prevención de recaídas. Un patrón similar está emergiendo en otros desórdenes psicológicos, así como con los ataques de pánico y el desorden obsesivo-compulsivo. Aquí también la medicación inicial puede ser de ayuda, o incluso esencial, pero la psicoterapia a veces es más efectiva para el mantenimiento. Ciertamente, algunas personas continúan requiriendo de medicación para prevenir una recaída, pero la psicoterapia ayuda a otros a mantener su salud tras dejar la medicación eventualmente.
Parece probable, entonces, que la meditación y otras prácticas espirituales -especialmente la práctica que se lleva a cabo diario y por periodos prolongados- puede también ayudar a prevenir una recaída y a mantener la salud. De hecho, la combinación de meditación y la terapia cognitiva -en la terapia cognitiva basada en mindfulness- ya ha probado ser particularmente beneficiosa para prevenir las recaídas a la depresión.
Los límites de los antidepresivos
Por supuesto, los antidepresivos no son la panacea. No funcionan bien para todos y, como las drogas, pueden tener efectos secundarios. Desafortunadamente, a menudo son el único tratamiento que ofrecen algunos doctores, y el único que cubre el seguro médico, incluso cuando funcionan mejor cuando son valorados cuidadosamente por un psiquiatra y combinados con otras aproximaciones.
Una combinación óptima quizás incluya antidepresivos, psicoterapia, práctica espiritual y un estilo de vida saludable. Tal estilo de vida ciertamente incorpora ejercicio, el cual puede ser de gran ayuda para la ansiedad, la depresión y muchas otras aflicciones psicológicas, especialmente aquellas que están relacionadas con el estrés. Otros ingredientes esenciales del estilo de vida incluyen el apoyo social y espiritual, el tiempo que se pasa en la naturaleza, el trabajo corporal y una buena dieta. De hecho, los suplementos dietéticos de aceite de pescado pueden ser de gran ayuda con la depresión y, posiblemente para un amplio rango de otros desórdenes mentales (y físicos) también.
La psicología budista considera la felicidad y la alegría como cualidades espirituales sanas y benéficas, y desalienta el someterse a dolor innecesario como camino espiritual.
¿Existen complicaciones o “efectos espirituales secundarios” por el uso de antidepresivos? Nuestro estudio no detectó ninguno. Sin embargo, este fue un estudio de pequeña dimensión, y quizás estudios más amplios puedan detectar costos espirituales sutiles, y quizás también beneficios más sutiles. Algunos practicantes, no en nuestro estudio, se han quejado de problemas a los que se les podría llamar efectos secundarios espirituales, particularmente se ha reportado el sentir un distanciamiento de los sentimientos. De hecho, uno de nosotros, Roger Walsk, descubrió algo similar cuando se le dio un SSRI Zoloft para tratar un desorden gastrointestinal (los antidepresivos tienen muchos usos además de tratar la depresión). Aunque no emergió ningún efecto secundario al practicar vipassana, durante un retiro de metta él descubrió que la medicina inhibe las poderosas emociones de felicidad, alegría y amor que usualmente provoca esta práctica. De hecho, su observación generó la motivación original para hacer nuestra investigación. Quizás haya otros efectos secundarios sutiles tanto espirituales como psicológicos por el uso de antidepresivos (y otros medicamentos) que aún faltan de identificarse.
Esto simplemente confirma la sabiduría clásica de que todos los tratamientos -médicos, psicológicos y espirituales- pueden tener efectos secundarios y complicaciones inesperadas. No hay festines espirituales gratuitos; todas las decisiones de tratamientos involucran costos y beneficios. Sin embargo, es crucial darse cuenta que puede ser much